(Hch 19, 1-8 / Sal 67 / Jn 16, 29-33)

Ayer que celebrábamos la Ascensión del Señor, reconocíamos la exaltación de la naturaleza humana tras la redención de Jesucristo y nos cuestionábamos qué tanto anhelamos estar a su lado. San Pablo les recomendó a los colosenses: “Puesto que han resucitado con Cristo, busquen los bienes de arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios”.

Vivimos tiempos en los que la pregunta que Jesús hace a los discípulos en el Evangelio, nos la deberíamos hacer cada uno de nosotros «¿De veras creemos?», cuando los problemas se presentan, el dolor, la tristeza, sentimientos de soledad ¿cuáles son nuestras reacciones?

El Señor fue claro cuando dijo: “En el mundo tendrán tribulaciones; pero tengan valor, porque yo he vencido” cuando se nos presenten las tribulaciones debemos pensar más en Él (en su amor y su gracia) y no prestar tanta atención a las dificultades. No podemos vivir como quien «ni siquiera ha oído que existe el Espíritu Santo».

Nosotros sabemos que “Cuando el Señor actúa sus enemigos se dispersan y huyen ante su faz los que lo odian; cual se disipa el humo, se disipan; como la cera se derrite al fuego, así ante Dios perecen los malvados”; por eso, hoy te pedimos Espíritu Santo que actúes en nuestro interior, te abrimos las puertas para que transformes completamente nuestro interior. Sé nuestro Director, nuestra Luz, nuestra guía nuestra Fuerza y el Amor de nuestros corazones.

(P. JLSS)