DOMINGO XIII DEL TIEMPO ORDINARIO(2Re 4, 8-11. 14-16 / Sal 88 / Rm 6, 3-4. 8-11 / Mt 10, 37-42)

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La semana pasada la palabra nos invitaba a reconocer el cuidado que Dios tiene de nosotros, se nos ponían de ejemplo los pájaros del cielo y hasta los cabellos de nuestra cabeza, hoy se nos cuestiona acerca de cómo vivimos este amor que Dios nos da ¿lo dejamos actuar o nos da igual?

En la primera lectura escuchamos una persona que agradecida por la visita del profeta Elíseo hasta le construye un cuarto para que llegue a gusto, simplemente por ser un hombre de Dios, en el Evangelio también Jesús aplaude la generosidad: “Quien diere, aunque no sea más que un vaso de agua fría a uno de estos pequeños, por ser discípulo mío, yo les aseguro que no perderá su recompensa.” La generosidad como muestra de confianza.

Por su parte Pablo nos invita a reconocer nuestra mayor riqueza: “por el bautismo fuimos sepultados con él en su muerte, para que, así como Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros llevemos una vida nueva.” Una vida confiada en Dios; es por ello que la exigencia de amor por parte de Jesús va a ser total.

No dejemos que nada opaque el amor que Dios nos tiene, pidámosle al Padre celestial que nos de la fortaleza de renunciar a todo aquello por lo que nos alejamos del amor con que nos ama Cristo. Fortalece en nosotros la experiencia de tu amor para vivir con la actitud del Salmista: “Proclamaré sin cesar la misericordia del Señor, y daré a conocer que su fidelidad es eterna, pues el Señor ha dicho: «Mi amor es para siempre, y mi lealtad, más firme que los cielos».”

(P. JLSS)

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