(Sb 1, 13-15; 2, 23-24 / Sal 29 / 2Cor 8, 7-9. 13-15 / Mc 5, 21-43)

El domingo pasado pedíamos a Dios no dejarnos distraer por ninguna tormenta, si no estamos considerando su compañía y poder ¿Cuál es nuestra actitud en los momentos de dificultad? “Bien saben lo generoso que ha sido nuestro Señor Jesucristo, que siendo rico, se hizo pobre por ustedes, para que ustedes se hicieran ricos con su pobreza.”

Nosotros sabemos que Dios quiere nuestro bien y nos ofrece todo lo que necesitamos para que lo alcancemos, eso ha quedado patente en nuestro Señor, a esto se refiere Pablo cuando dice a Timoteo que “Jesucristo, nuestro Salvador, ha vencido la muerte y ha hecho resplandecer la vida por medio del Evangelio.” ¿Reconoces la autoridad y el poder de Cristo en tu vida?

Hemos escuchado en el Evangelio, dos historias de personas necesitadas de un milagro que se acercan al Señor en busca de su necesidad, la mujer después de ser curará es tranquilizada por el Señor, y el hombre que aún cuando los demás le dan malas noticias sigue prestando más importancia a lo que el Señor le dice. Petición, consuelo y milagro… esa es la dinámica.

Dios nos conceda la esperanza y confianza en su poder, acerquémonos y confiados pidamos aquello que necesitamos. Dios nos quiere bien. “No se trata de que los demás vivan tranquilos, mientras ustedes están sufriendo. Se trata, más bien, de aplicar durante nuestra vida una medida justa; porque entonces la abundancia de ustedes remediará las carencias de ellos, y ellos, por su parte, los socorrerán a ustedes en sus necesidades.” Confiemos en Dios, está de nuestro lado, pidamos mayor paciencia porque Él siempre responde.

(P. JLSS)