(Jb 7, 1-4. 6-7 / Sal 146 / 1Cor 9, 16-19. 22-23 / Mc 1, 29-39)

La semana pasada la palabra nos invitaba a recordar que nos conviene escuchar al Señor y evitar todo distractor innecesario. Hoy las lecturas nos invitan a reconocer que, si bien es cierto, hay situaciones difíciles en nuestras vidas eso no significa una especie de abandono divino, esto es parte de la vida.

Quien confía en Dios Padre, debe ser consciente de que se debe «actuar como si todo dependiera de uno mismo confiando en que todo depende de Dios», Él no se olvida de nosotros jamás, en Cristo nos lo ha demostrado. “Alabemos al Señor, nuestro Dios, porque es hermoso y justo el alabarlo… sana los corazones quebrantados y venda las heridas, tiende su mano a los humildes y humilla hasta el polvo a los malvados.”

San Pablo era muy consciente de donde le había sacado Dios y lo que le pedía ¿cuál ha sido tu experiencia de Misericordia? ¿Por qué buscas al Señor? ¿Para conocerle más o solo como milagrero? En el Evangelio volvemos a escuchar esa invitación a interesarnos por conocer más su persona no solo en lo que podemos conseguir de Él.

En Cristo encontramos el misterio de amor de Dios, nos debe interesar conocerle más, para poder vivir con la libertad que vivía san Pablo, que llega a afirmar: “Todo lo hago por el Evangelio, para participar yo también de sus bienes.” Que el Espíritu Santo ilumine nuestra mente para que podamos reconocer la grandeza de contar con Jesucristo. Si Dios está con nosotros ¿quién contra nosotros? (Cf. Rm 8, 31)

(P. JLSS)