(Sir 44, 1-9. 13 / Sal 149 / Mc 11, 11-26)

“Yo los he elegido del mundo, dice el Señor, para que vayan y den fruto y su fruto permanezca…” ¿Qué te dicen estas palabras? ¿Tienes claro en dónde el Señor te pide dar fruto? Dar fruto implica aceptación de la voluntad de Dios, perseverancia y confianza.

En el Evangelio se nos narra como Jesús siente hambre y se acerca a una higuera buscando un higo para comer y no encuentra frutos solamente hojas (Cf. Mt 21, 18-20), esto hecho para algunos autores es una parábola en acción, una acción simbólica que nos invita a procurar dar fruto aun cuando para nosotros «no sea tiempo de darlos».

Cuando uno limita la acción de Dios en su vida se comenzará a distraer con otras cosas, procurará sólo «cumplirle» a Dios y de lo que se trata es de dar fruto, de dejar que él, que hace nuevas todas las cosas, nos transforme (Cf. Ap 21, 5). Parafraseando una frase de Pedro Arrupe: «No nos resignemos a que cuando muramos este mundo continúe como si nosotros jamás hubiéramos vivido».

Pidamos a Dios, nuestro Padre, tener la apertura necesaria a su acción confiados siempre más en su misericordia que en nuestros complejos y prejuicios, dejemos que actúe libremente en nuestro interior y así dar fruto que permanezca, ese que solo puede surgir de la Caridad.

(P. JLSS)