(Is 55, 10-11 / Sal 33 / Mt 6, 7-15)

Amar al prójimo como uno mismo es una de las sentencias más conocidas del libro del Levítico porque el Señor nos enseñó que este amar al prójimo es semejante al mandamiento de amar a Dios sobre todas las cosas (Cf. Mt 22, 37-39), es que entre más comprendamos la misericordia que Dios tiene para con nosotros, más la reconoceremos en el otro.

En la misma oración que Jesús nos enseñó, el padre nuestro, se nos indica la necesidad de perdonar a los demás: “Si ustedes perdonan las faltas a los hombres, también a ustedes los perdonará el Padre celestial. Pero si ustedes no perdonan a los hombres, tampoco el Padre les perdonará a ustedes sus faltas.” Quien se sabe perdonado sabrá perdonar.

¿Qué tanto valoras el misterio de nuestra redención? ¿Te reconoces como causa de la misma? El Señor nos ha liberado para que seamos libres (Cf. Gal 5, 1) debemos poner empeño por desterrar de nuestras vidas todo aquello que atenta contra esta libertad, para ello es la cuaresma, para purificarnos de aquellas cosas que nos limitan.

Por ello, procuremos prestar mayor atención al amor de Dios y a su palabra, hagamos más silencio y esperemos pacientemente, no nos aceleremos y disfrutemos del amor de Dios, todo sucederá a su tiempo. “Como bajan del cielo la lluvia y la nieve y no vuelven allá, sino después de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla germinar, a fin de que dé semilla para sembrar y pan para comer…”

(P. JLSS)