(Ef 6, 10-20 / Sal 143 / Lc 13, 31-35)

Nuevamente escuchamos en el Evangelio la firme convicción del Señor por nuestra salvación, la grandeza de su amor por nosotros (recordemos que amar es tener la firme determinación por el bien del otro), a tal grado que aprovecha la amenaza de los fariseos para anunciar que no huirá y avanzará hacia Jerusalén.

También aprovecha para hacer una profecía acerca de las consecuencias que traerá su rechazo, “¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como la gallina reúne a sus pollitos bajo las alas, pero tú no has querido! Así pues, la casa de ustedes quedará abandonada…” ¿Nos estamos dejando reunir bajo las alas del Señor o le hemos estado rechazando?

No permitamos que el miedo nos domine, permanezcamos fieles al Señor abandonados a la ayuda del Espíritu Santo, que en los momentos difíciles se nos vengan a la mente las palabras de Pablo: “Busquen su fortaleza en el Señor y en su invencible poder. Utilicen las armas que Dios les ha dado, para poder resistir a las asechanzas del diablo.”

Pidamos a nuestro Padre Celestial la capacidad de «resistir en los momentos difíciles y quedar definitivamente victoriosos revestidos con la armadura de Dios: la verdad, la justicia y la prontitud para anunciar el Evangelio de la paz; con la fe como escudo, la salvación como casco, la palabra de Dios como espada». Sigamos el ejemplo del Señor, y que lo único que nos atemorice sea no corresponder al amor de Dios (Cf. Mt 10, 28).

(P. JLSS)