JUEVES – IV DÍA DE LA OCTAVA DE NATIVIDAD

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Fiesta de los santos Inocentes, mártires
(1Jn 1, 5-2, 2 / Sal 123 / Mt 2, 13-18)

Tras meditar el día de ayer acerca de la necesidad de profundizar cada vez con mayor profundidad en el misterio de Jesús, hoy debemos cuestionarnos acerca de nuestra actitud frente al mismo, porque quien no es capaz de reconocer la grandeza del Señor terminará por verle como una amenaza (consciente o inconscientemente).

San Ignacio solía enseñar que el demonio nos seduce por tres escalones que nos conducen a la condenación: el afán de riquezas (querer tener más), después de esto se sigue la vanidad, para terminar por crecida soberbia… de allí todos los demás pecados. Cuando uno tiene más se crece, se vuelve vanidoso y hará lo que sea para que todos respeten eso que se creyó.

Esto le pasó a Herodes, no fue capaz de reconocer la grandeza de Jesús y por ello y por querer defender su corona mandó matar a todos aquellos que la ponían en riesgo ¿cuáles son aquellas coronas que valoras más que a Jesús? ¿Qué te da más miedo soltar que quedar mal con el Señor?

Pidámosle al Señor que la luz de su cercanía disipe toda falsedad y oscuridad que nos pueden traer nuestros malos hábitos y apegos. Ya lo dijo San Juan en la primera lectura: “: Dios es luz y en él no hay nada de oscuridad. Si decimos que estamos con Dios, pero vivimos en la oscuridad, mentimos y no vivimos conforme a la verdad…” seamos fieles a lo que creemos, preferible ser un santo inocente que ser experto en ocultar con buenos modales las malas acciones.

(P. JLSS)

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