(Jer 31, 31-34 / Sal 50 / Hb 5, 7-9 / Jn 12, 20-30)
Siguiendo este camino cuaresmal de invitación a trabajar aquello que nos hace falta entregar a Dios para gozar con mayor intensidad de la libertad que nos ofrece, se nos ha pedido escuchar al Hijo amado, nuestro Señor Jesucristo, quien hoy es claro en su mensaje: “El que quiera servirme, que me siga, para que donde yo esté, también esté mi servidor.”
¿Existen situaciones en tu vida que no te permitan seguir con libertad al Señor? ¿Ya comenzaste a trabajarlas? Perseverar no es algo sencillo, pero se logra afrontar con la esperanza, «el presente, aunque sea un presente fatigoso, se puede vivir y aceptar si lleva hacia una meta, si podemos estar seguros de esta meta y si esta meta es tan grande que justifique el esfuerzo del camino.» (Benedicto XVI)
Siguiendo las palabras del Salmo pidamos a nuestro Padre Celestial que «cree en nosotros un corazón puro, un espíritu nuevo para cumplir sus mandamientos», para tener presente que su voluntad es que nosotros nos salvemos y siendo fieles a ella alcanzaremos nuestra meta máxima. Escuchemos a Jesús que dice a sus apóstoles: “Ahora que tengo miedo, ¿le voy a decir a mi Padre: `Padre, líbrame de esta hora’? No, pues precisamente para esta hora he venido.”
No sé que puedas estar viviendo en estos momentos pero la vida eterna que el Señor nos ofrece en nada se puede equiparar, al Señor Jesús lo mataron y con eso buscaban frenar su obra en el mundo, sin embargo su poder es mayor que la muerte, Aferremonos a Él y a nada más. En lugar de rendirnos ante algo, aprendamos del Señor, recordando que “A pesar de que era el Hijo, aprendió a obedecer padeciendo, y llegado a su perfección, se convirtió en la causa de la salvación eterna para todos los que lo obedecen.”
(P. JLSS)
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