MIÉRCOLES – SEMANA XXVIII DEL TIEMPO ORDINARIO

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(Gal 5, 18-25 / Sal 1 / Lc 11, 42-46)

“Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen…” que hermoso detenerse en esta frase del Evangelio de Juan (Jn 10, 27) meditando en sus elementos: escucha, aceptar que nos conoce el Señor y seguirle. No somos nosotros los que le hemos elegido, es Él quien nos ha elegido, por ello lo primero que debemos hacer es esforzarnos por conocerle más a él y su misterio (cf. Jn 15, 16-17).

Jesús reclama a los fariseos y a los doctores de la ley su esfuerzo por cumplir externamente con preceptos, olvidándose de lo fundamental, “Ay de ustedes, fariseos, porque pagan diezmos hasta de la hierbabuena, de la ruda y de todas las verduras, pero se olvidan de la justicia y del amor de Dios! Esto debían practicar sin descuidar aquello.” Porque quien busca aparentar bondad, se comienza a olvidar de ser bueno.

¿Qué nos va a hacer buenos? Escuchar a Jesús, aceptar su amor desde la conciencia que nos conoce y su amor nos hará mejores, eso es seguirle, responder a su amor. Si nuestra vida de fe se basa en evitar el mal y no en procurar corresponder al bien que se nos ha dado, algo no va bien. «Es bueno no hacer el mal, pero malo no hacer el bien».

Pidamos a Dios que por medio del Espíritu Santo nos ilumine para ser capaces de poner mayor empeño en reconocer su amor y vivir de acuerdo con Él, que nos preocupe tanto el hacer «lo que debe ser» si antes no vivimos conforme a lo amados que decimos ser. “En cambio, los frutos del Espíritu Santo son: el amor, la alegría, la paz, la generosidad, la benignidad, la bondad, la fidelidad, la mansedumbre y el dominio de sí mismo. Ninguna ley existe que vaya en contra de estas cosas.”

(P. JLSS)

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