(2Tes 2, 1-3. 14-17 / Sal 95 / Mt 23, 23-26)

Si le hemos pedido a Dios que nos ayude con su palabra de vida eterna, no podemos olvidar que “la palabra de Dios es viva y eficaz y descubre los pensamientos e intenciones del corazón” y no solo eso, debemos hacer caso a lo que ella nos descubra y cambiar lo que debamos cambiar…

¿De qué sirve una fe que solo se basa en obedecer y no en vivir dóciles a todo lo que ella implica? Nuestra fe no se fundamenta solo en discursos, sino en acción. La acción del Señor que dio su vida por nosotros y nos pide corresponder a su amor confiados únicamente en él.

Nada nos debe inquietar más que el perder todo lo que nos ofrece el Señor, san Pablo les dice prácticamente eso a los Tesalonicenses y les invita solo a preocuparse por una cosa «mantenerse firmes y conservar la doctrina que se les ha enseñado de viva voz o por carta.» no dejar que nada los distraiga.

Pidámosle a nuestro Señor una fe madura que busque amar más y vivir conforme al amor recibido, que nos libre de toda apariencia de piedad, que nunca nos esforcemos parecer buenos si no estamos intentando ser buenos. “Que el mismo Señor nuestro, Jesucristo, y nuestro Padre Dios, que nos ha amado y nos ha dado gratuitamente un consuelo eterno y una feliz esperanza, conforten los corazones de ustedes y los dispongan a toda clase de obras buenas y de buenas palabras.”

(P. JLSS)