(2Re 19, 9-11. 14-21. 31-35. 36 / Sal 47 / Mt 7, 6. 12-14)

“Yo soy la luz del mundo, el que me sigue tendrá la luz de la vida…” el domingo comenzábamos con la pregunta de Jesús a sus discípulos acerca de su miedo y de su fe, en esta misma línea hoy podríamos preguntarnos acerca de aquello que hoy pudiera estar atormentándonos.

El rey Ezequías en lugar de juzgar la amenaza que se le presentaba con criterios humanos, se dirige a Dios en busca de ayuda, lo hace confiado en su poder y no desde la duda ¿nuestras oraciones parten de la confianza en el poder de Dios o pudieran estar reduciéndose a meros desahogos o costumbre?

El miedo es muy mal consejero, conducirá al error o a la injusticia casi siempre, una persona miedosa es más peligrosa que una considerada mala, porque la miedosa no tiene lado, actúa por reacción, sin pensar. Jesús nos invita a reflexionar siempre nuestro actuar con una norma: «tratar a los demás como queramos que ellos nos traten».

Pidámosle a Dios que reduzca la intensidad de cualquier miedo que podamos estar viviendo, que no permitamos que éste nos gobierne o paralice, que por la fuerza del Espíritu Santo fortalezca nuestra fe para actuar con temple frente a cualquier amenaza. Ninguna amenaza es demasiado grande para quien cuenta con Dios.

(P. JLSS)