(Sant 5, 13-20 / Sal 140 / Mc 10, 13-16)

“Dejen que los niños se acerquen a mí y no se lo impidan, porque el Reino de Dios es de los que son como ellos…” muchas cosas podemos aprender de la manera de vivir de los niños, son libres, no tienen prejuicios, no necesitan tanta comprensión para confiar en el cuidado de sus encargados ¿nuestra fe en Dios es así de libre? Y si no ¿cuál es la razón?

Hay que analizar nuestras vidas y reconocer qué es aquello que nos está restando libertad, de qué manera nuestro abandono al amor y a la misericordia de Dios ha estado limitándose por lo que nos han dicho los demás y por lo que nuestros propios prejuicios. El Padre nos ama y nos lo ha manifestado en Cristo, dejémonos sorprender por su amor.

Santiago exhorta a la comunidad a tener presente a Dios siempre, a no distraerse por nada, a acudir a Dios en todo momento, “¿Sufre alguno de ustedes? Que haga oración. ¿Está de buen humor? Que entone cantos al Señor. ¿Hay alguno enfermo? Que llame a los presbíteros de la Iglesia, para que oren por él y lo unjan con aceite, invocando al Señor…”

Pidamos a nuestro Padre celestial que rompa en nuestro interior todo paradigma por que que le hemos estado manteniendo alejado, que todo prejuicio se vea destruido por una experiencia profunda de su amor y la aceptemos como niños, no desde la sospecha sino desde la apertura de quien sabe que quien ofrece la ayuda es amoroso y leal.

(P. JLSS)