(Ex 32, 7-14 / Sal 105 / Jn 5, 31-47)

Qué fuerte la frase del salmo: “Se olvidaron del Dios que los salvó, y que hizo portentos en Egipto, en la tierra de Cam, mil maravillas, y en las aguas del Mar Rojo, sus prodigios.” Pueden surgir fácilmente críticas al Pueblo por esto si nos quedamos solo como espectadores pero si tenemos la valentía de hacer introspección debemos reconocer aquello en lo que nos parecemos.

¿Le damos el valor que se merece el Señor y su acto redentor en nuestras vidas? Si la respuesta inmediata es sí hay que cuestionarnos, siempre hay que analizar nuestras vidas para reconocer aquello a lo que ya nos hemos acostumbrado y que sabemos que está mal, porque es lo mismo que pasó al pueblo Israel, ya sea por comodidad o por miedo volvieron a pasado… hicieron un becerro de oro y buscaron auto engañarse.

Escuchamos en el Evangelio que Jesús reprocha a los judíos su incredulidad diciendo: “Si creyeran en Moisés, me creerían a mí, porque él escribió acerca de mí. Pero, si no dan fe a sus escritos, ¿cómo darán fe a mis palabras?”, Jesús como nuevo Moisés intercede por nosotros frente al Padre, no le demos poder a cosas que no lo tienen, ni caigamos en los engaños del miedo.

Pidamos al Espíritu Santo que nos de la capacidad para no dejarnos atemorizar tanto frente a las dificultades y que nada nos haga dudar de que el amor de Dios es más fuerte que cualquier otra cosa. Creamos en el testimonio del Señor: “Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él tenga vida eterna.”

(P. JLSS)