Hoy celebramos a la «apóstol de los apóstoles», el Señor «se apareció en el huerto a María Magdalena: la que lo había amado cuando vivía, lo había visto morir en la cruz, lo había buscado en el sepulcro donde yacía, y había sido la primera en adorarlo al resucitar de entre los muertos; a ella le confirió el oficio de ser apóstol para los mismos apóstoles, para que la buena noticia de la vida nueva se anunciara hasta los confines de la tierra.» (prefacio del día)

El ejemplo de esta mujer, como la de todos los santos, nos debe llevar a seguir su ejemplo de opción por el Señor y de preferir su amor antes que cualquier otra cosa. San Pablo lo dirá de la siguiente manera: “El amor de Cristo nos apremia, al pensar que si uno murió por todos, todos murieron. Cristo murió por todos para que los que viven ya no vivan para sí mismos, sino para aquel que murió y resucitó por ellos.”

¿Aprovechamos el amor y la gracia de Dios? ¿Qué tanto compartimos este don con los demás? Por el amor que había recibido del Señor, María Magdalena fue capaz de seguirle, de estar al pie de la Cruz, de buscarle en cada momento de su vida. Así también nuestra fe debe estar fundamentada en la misericordia de Dios, él nos amó primero (cf. 1Jn 4, 19).

Dios nos ama, no busquemos refugios en otros lados, acudamos a Él en busca de toda la ayuda que necesitemos, Espíritu Santo ayúdanos a reconocer que nuestra mayor necesidad es dejarte actuar en nuestras vidas. “Señor, tú eres mi Dios, a ti te busco; de ti sedienta está mi alma. Señor, todo mi ser te añora, como el suelo reseco añora el agua.”

(P. JLSS)