(Hch 14, 19-28 / Sal 144 / Jn 14, 27-31)

¿Como está tu paz? ¿Existe algo que te esté mortificando en estos momentos? ¿Ya lo compartiste con Jesús? Escuchemos sus palabras: “La paz les dejo, mi paz les doy. No se la doy como la da el mundo. No pierdan la paz ni se acobarden.” ¿Tenemos nuestra confianza puesta en Él?

En la primera lectura escuchamos como San Pablo fue apedreado a tal grado que fue dado por muerto, sin embargo, en lugar de que esto fuera motivo de desánimo para él esto le sirvió para animar a la comunidad y para los exhortarlos «a perseverar en la fe, diciéndoles que hay que pasar por muchas tribulaciones para entrar en el Reino de Dios.»

Pablo y cómo todas las personas que confían en el Señor, no abandonarán la fe y/o el perseverar tan fácilmente, porque tienen presente que el camino puede ser complicado pero vale la pena por alcanzar la gloria prometida, tal como lo demostró Cristo con su fidelidad al Padre, siempre fue consciente que “tenía que morir y resucitar de entre los muertos, para entrar así en su gloria”.

En la Cruz nos encontramos con la firme determinación que el Señor tenía de dar su vida por nosotros, en este misterio contemplamos el cumplimiento de las palabras del Señor: “es necesario que el mundo sepa que amo al Padre y que cumplo exactamente lo que el Padre me ha mandado…” a Él ni matándolo lo vencieron, como tampoco puede hacernos nada a los que somos de Él. Pongamos nuestra confianza sólo en él

(P. JLSS)