DOMINGO V DE CUARESMA
(Jer 31, 31-34 / Sal 50 / Hb 5, 7-9 / Jn 12, 20-33)
Invitación al seguimiento, a escuchar a Jesús, a tener libertad de afectos, a gozar la alegría de nuestra salvación… son las temáticas que a lo largo de estos domingos hemos ido llevando, hoy la invitación es a dejar que todo esto renueve nuestro corazón continuar creciendo en el conocimiento de Dios.
Para ello pidámosle junto con el salmista: “Crea en mí, Señor, un corazón puro, un espíritu nuevo para cumplir tus mandamientos… Devuélveme tu salvación, que regocija, y mantén en mí un alma generosa”. Que no se nos olvide la ley del amor que Dios nos ha dado al perdonar nuestras culpas y olvidar nuestros pecados.
La misericordia de Dios, palpable en la Cruz, debería bastarnos para no sentirnos desamparados jamás, y en los momentos de aflicción seguir el ejemplo de Cristo: “Ahora que tengo miedo, ¿le voy a decir a mi Padre: `Padre, líbrame de esta hora’? No, pues precisamente para esta hora he venido. Padre, dale gloria a tu nombre”. Él supo aceptar la voluntad de Dios y nos ha pedido seguirle, para que donde esté él también estemos nosotros.
Cristo “a pesar de que era el Hijo, aprendió a obedecer padeciendo, y llegado a su perfección, se convirtió en la causa de la salvación eterna para todos los que lo obedecen”. Sólo quien se abandona al amor infinito de Dios es capaz de distinguir bien lo que proviene de Dios y lo que no y, con esta clara distinción su reacción en los tiempos de adversidad es distinta pues no se olvida de Dios y su amor.
(P. JLSS)