(1Tes 4, 1-8 / Sal 96 / Mt 25, 1-13)
En cada celebración eucarística decimos después del Padrenuestro y el embolismo, respondemos: «Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección. ¡Ven, Señor Jesús!» La pregunta que este día deberíamos hacernos, después de escuchar la palabra, debería ser si le esperamos y qué tanto se nos nota la espera.
El Evangelio nos hace la distinción entre dos tipos de personas, aquellas que viven esperando al Señor y aquellas que viven como si la Parusía nunca fuera a suceder ¿de cuál de estos dos grupos consideras ser tú? ¿Cómo saber si estamos preparándonos para esto?
San Pablo nos da una enseñanza que nos puede ayudar para esto: “Lo que Dios quiere de ustedes es que se santifiquen; que se abstengan de todo acto impuro…” se trata por lo tanto, de esforzarnos por preocuparnos por hacer aquello que más Gloria le de a Dios.
Padre bueno, te pedimos que por medio del Espíritu Santo ilumines nuestras mentes para que nuestra mayor preocupación sea darte gloria y santificarnos disfrutando de los frutos de tu amor; que nunca nos convirtamos en expertos en evitar “lo malo”, sino en expertos en glorificar al Bueno.
(P. JLSS)
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