(Ex 20, 1-17 / Sal 18 / Mt 13, 18-23)
El pueblo de Israel tras haber sido testigos del poder de Dios y de haber gozado de la libertad de la esclavitud que sufrían en Egipto, recibe los mandamientos (el decálogo) a manera de ayudarle en su perseverar, a quien no conoce a Dios le basta saber solamente «lo que no debe hacer».
Quien cree en Jesucristo, ha conocido la plenitud de la Revelación, conoce la magnitud del amor que Dios le tiene, la grandeza de su misericordia, le debe preocupar vivir de acuerdo con lo que ello implica. El Cristiano no basa su religiosidad en lo que no debe hacer, sino en aquello que es.
Escuchemos la palabra y aceptemos que somos los destinatarios de la misma, que Dios quiere generar fruto en nosotros, seamos tierra buena para el Señor, “lo sembrado en tierra buena, representa a quienes oyen la palabra, la entienden y dan fruto; unos, el ciento por uno; otros, el sesenta; y otros, el treinta”. No importa la cantidad, sino dar fruto.
Padre nunca bastarán nuestras palabras para agradecerte el infinito amor que nos has manifestado, te pedimos que por la fuerza del Espíritu Santo nos ayudes a vivir conforme a tu amor. Que tu amor nos impulse siempre, “dichosos los que cumplen la palabra del Señor con un corazón bueno y sincero, y perseveran hasta dar fruto.”
(P. JLSS)
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