MIÉRCOLES – SEMANA XXXII DEL TIEMPO ORDINARIO

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(Sab 6, 1-11 / Sal 81 / Lc 17, 11-19)

Cuando hemos reflexionado sobre la ejecución de Juan el Bautista siempre me gusta detenerme en todo lo que pasa en el rey Herodes, está tan apegado a su coronita e imagen que permite la injusticia de la ejecución del profeta sólo por no quedar mal con ellos (cf. Mc 6, 17-29)… quien se deja encandilar por el “poder” y por los puestos, deja de tener en cuenta a Dios y se empieza a ensimismar.

Quienes creemos en Dios, cuando se nos presenta cualquier puesto de autoridad, debemos tener presentes las palabras que escuchamos en la primera lectura, “el Señor les ha dado a ustedes el poder; el Altísimo, la soberanía; él va a examinar las obras de ustedes y a escudriñar sus intenciones”. Cuando nos olvidamos del Don, comienza a surgir el tirano.

Toda autoridad proviene de Dios (cf. Jn 19, 11), hay que ser muy cuidadosos, hay que estar al pendiente de la vanidad y la soberbia, para lograr reconocer la confianza que Él ha depositado en nosotros, para en los momentos de soledad o dificultad acudir a Él y en las alegrías también saber reconocerle. No nos vaya a pasar cómo aquellos que en la dificultad buscan culpables y en los triunfos se rinden culto a sí mismos.

Señor te agradecemos todos los beneficios y responsabilidades que nos has dado, has que reconozcamos siempre la necesidad de acudir a ti en las dificultades y que seamos agradecidos, haznos capaces de seguir el ejemplo del leproso del Evangelio que reconociendo tu poder volvió agradecido. Que aprendamos de él y no perdamos tiempo describiendo a los nueve que no lo hicieron. Ayúdanos Padre a esforzarnos por ser buenos y a que evitemos ser de aquellos que se estancan y sólo se esfuerzan por demostrar que el otro está peor que ellos.

(P. JLSS)

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