(Hch 16, 22-34 / Sal 137 / Jn 16, 5-11)
“De todo corazón te damos gracias, Señor, porque escuchaste nuestros ruegos. Te cantaremos delante de tus ángeles, te adoraremos en tu templo…” esa debería ser nuestra actitud para con Dios después de nuestro encuentro con Jesucristo, la gratitud. ¿Qué tan agradecidos somos?
Ayer se nos contó la historia de Lidia, esta mujer se dejó tocar por Dios y que aceptó que el Evangelio era un mensaje que se le enviaba; hoy se nos cuenta la historia de este carcelero que se deja impresionar por la acción de Dios, acepta que el misterio le sobrepasa y cree en Jesús.
Si ayer la Palabra nos invitaba a cuestionarnos un poco acerca de qué tanto aceptamos la amistad que el Señor nos ofrece, hoy se nos invita a cuestionarnos qué tanto se nos nota que contamos con el Señor, que en Él confiamos, “les conviene que me vaya; porque si no me voy, no vendrá a ustedes el Paráclito; en cambio, si me voy, yo se lo enviaré”.
Padre, reconocemos tu obra salvadora, reconocemos también que el misterio nos rebasa, por fe creemos que el Espíritu Santo habita en nuestros corazones ayúdanos a dejarle a actuar más en nuestro interior, en nuestras vidas para nunca olvidar que quien nos quiere amenazar (“el príncipe de este mundo”) ya está derrotado. No nos dejemos engañar por el miedo.
(P. JLSS)
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