(Is 35, 1-10 / Sal 85 / Lc 5, 17-26)
Toda esta semana estaremos reflexionando acerca de la necesidad que tenemos todos de conversión, es decir, de cambiar para ser mejores y darle mayor cabida al Señor en nuestro interior conscientes de que “cuando el Señor nos muestre su bondad, nuestra tierra producirá su fruto. La justicia le abrirá camino al Señor e irá siguiendo sus pisadas.”
¿Que situaciones te cuestan más cambiar? ¿Tienes claridad en por qué? Lo primero que debemos hacer es reconocer que el Dios nos ama y nos quiere siendo mejores, pero para ello no nos amenaza, lo hace mediante el amor. Entre más reconozcamos el amor que nos da, más cambios lograremos realizar en nuestras vidas.
Si te cuesta trabajo hacer esto, déjate conducir hacia Él, no importa qué sea lo que estés viviendo en estos momentos, acepta que necesitas el amor de Dios y que aún en medio de esa dificultad o situación difícil, este amor se te ofrece y puede cambiar tu vida. En el Evangelio, un paralítico permitió que sus amigos le acercaran a Jesús bajándole por el techo de una casa ¿permites que los tuyos te acerquen a Dios?
Todos tenemos necesidad de la conversión, en mayor o menor magnitud, todos debemos estar atentos para la llegada del Señor y su mensaje. No permitamos que nada nos quite la alegría de contar con el Señor: “Digan a los de corazón apocado: ‘¡Ánimo! No teman. He aquí que su Dios, vengador y justiciero, viene ya para salvarlos’.” Si tienes el corazón «apocado» por algo, no preguntes tanto por qué, eso te puede llevar a la desesperación; mejor pregunta cómo, eso parte de la confianza.
(P. JLSS)
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