(2Re 24, 8-17 / Sal 78 / Mt 7, 21-29)
En la historia de los reyes de Israel podemos reconocer como el pueblo concibe las invasiones y derrotas como consecuencia del abandono de la alianza; el pueblo buscando las causas de sus desgracias primero reconoce lo que han dejado de hacer antes de estar buscando culpables solamente.
En el mismo salmo podemos ver esta misma dinámica, el reconocimiento de quien es uno y quien es Dios: “Para que sepan quién eres, socórrenos, Dios y salvador nuestro. Para que sepan quién eres, sálvanos y perdona nuestros pecados.” Uno pecador, Dios que viene a socorrernos.
Para obedecer la palabra del Señor con mayor facilidad, sin sentirle como algo meramente externo es necesario que considerar lo que el Señor ha hecho por nosotros y así corresponder a su acción. «No todo el que le diga: ‘¡Señor, Señor!’, entrará en el Reino de los cielos, sino el que cumpla la voluntad del Padre, que está en los cielos.»
La acción redentora de nuestro Señor Jesucristo debe ser la roca en la que cimentemos todas nuestras vidas, cimentados en el Señor no habrá ninguna tormenta, ni creciente, ni vientos que pueda derrumbarnos. Que el Espíritu Santo nos ayude para no rendirnos ante nada, conscientes de contar con alguien que quiere nuestro bien y pone todos los medios para que lo alcancemos.
(P. JLSS)
0 Comments