(Is 54, 1-10 / Sal 29 / Lc 7, 24-30)
Ayer escuchamos en el Evangelio el pasaje en el que Juan manda preguntar a Jesús si Él era el que esperaban o había que esperar a otros, el Bautista atravesaba un momento difícil y se encontraba privado de la libertad, más que duda creo que necesitaba una confirmación por parte de Dios y se la pide.
Cuando atravesamos momentos de dificultad o tristeza nos pasa igual que a Juan, comienza a surgir una cierta «desconfianza» interna producto del miedo y la inseguridad, dependerá de nosotros a quien acudamos en esos momentos, Juan buscó en el Señor ¿tú en qué o en quién lo haces?
En el Evangelio encontramos nuevamente estos dos extremos entre los que acudían a Juan el Bautista, para estar preparados a la llegada del Señor: por un lado, los pecadores que se saben necesitados de Dios (el pueblo, «incluso los publicamos»; por el otro, los que se creen buenos (fariseos y escribas), por tanto, no les interesa (consciente o inconscientemente) estar abiertos a Dios.
Padre, no permitas que nos dejemos engañar por nuestros pensamientos erróneos o nuestros prejuicios personales, antes que eso concédenos por el Espíritu Santo que habita en nuestros corazones, recordar siempre tus palabras: “Podrán desaparecer los montes y hundirse las colinas, pero mi amor por ti no desaparecerá y mi alianza de paz quedará firme para siempre…” que tu amor sea más fuerte que nuestras inseguridades.
(P. JLSS)
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