SÁBADO – SEMANA XXIII DEL TIEMPO ORDINARIO

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(1Tim 1, 15-17 / Sal 112 / Lc 6, 43-49)

Quien mire nuestra manera de vivir ¿sentirá que se encuentra con alguien que cree en Jesús? ¿Que tipo de frutos hay en tu vida? El Señor ha sido muy claro en su palabra, “No hay árbol bueno que produzca frutos malos, ni árbol malo que produzca frutos buenos. Cada árbol se conoce por sus frutos…”

Se trata de dejar que la palabra del Señor produzca fruto en nosotros ¿de qué manera? Siendo dóciles a todo lo que implica creer en nuestro Señor Jesucristo, san Pablo ha dado un testimonio maravilloso de lo que es vivir la misericordia, saber reconocer el amor de Dios y al mismo tiempo saberse un pecador muy amado.

Vivir con la convicción de contar con la misericordia de Dios y su gracia no dejará crecer la culpa que nace de revivir el pasado, sino abiertos al futuro por haber sido perdonados. “Pero Cristo Jesús me perdonó, para que fuera yo el primero en quien él manifestara toda su generosidad y sirviera yo de ejemplo a los que habrían de creer en él, para obtener la vida eterna.”

Dejemos que el amor de Dios nos impulse, dejemos de lado todo prejuicio o escrúpulo equivocado y vivamos la libertad del amor. Arraiguémonos únicamente en Cristo para que ninguna corriente, por más fuerte que parezca, derribe todo aquello que hemos construido.

(P. JLSS)

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