(1Cor 4, 6-15 / Sal 144 / Lc 6, 1-5)

Continuando con la meditación del día de ayer en la que recordábamos que el vino nuevo tiene que echarse en odres nuevos, hoy debemos reflexionar cómo nos limitan en ocasiones las ideas preconcebidas como la de los fariseos del Evangelio: “¿Por qué hacen lo que está prohibido hacer en sábado?”.

Estos personajes antes que abrirse a la novedad de Jesús se aferran a cosas del pasado ¿existen cosas de tu pasado a las cuales te aferres y no quieras soltar? Recordemos que el vino nuevo revienta los odres viejos, necesitamos cambiar nuestras actitudes frente al Señor y reconocer que Él «es dueño del sábado».

Recordemos las palabras del Señor: “Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie va al Padre si no es por mí…”, preguntémonos si en nuestro proceder estorba Jesus, no es el camino correcto; si en nuestros pensamientos e interpretaciones de los acontecimientos no tenemos presente al Señor serán siempre incompletos o tendenciosos; si a nuestra vida le Dios, se nota.

Los apóstoles como escuchamos en la primera lectura, seguían con la alegría de Evangelio aún en medio de las dificultades y persecuciones, su orgullo era el cumplimiento de lo que Dios les había confiado. Pidamos a Dios que nos conceda la gracia de reconocer cuál es la misión que nos ha confiado y a aprender a alegrarnos por estar cumpliendo con ella. Poder alegrarnos de hacer lo que nos toca confiados en su voluntad (cf. Lc 17, 10).

(P. JLSS)