SÁBADO – SEMANA XIII DEL TIEMPO ORDINARIO

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(Am 9, 11-15 / Sal 84 / Mt 9, 14-17)

Ayer escuchamos cómo Mateo fue llamado por el Señor mientras estaba sentado en su mesa de recaudador de impuestos, podríamos decir que fue llamado mientras realizaba lo malo… sin embargo, fue capaz de escuchar la voz de Jesús más que sus propios prejuicios y los de los demás. Después de escuchar “Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen” ¿podríamos decir que le escuchamos?

Quien se sabe «oveja» de Jesucristo no debe sentirse desamparado ni solo, debe ser consciente de que el Señor vela por él pero, al mismo tiempo, debe dejar que ese amor infinito le lleve a reconocer en qué lugares o momentos de su vida está ignorando la voz del Señor.

Amós en la primera lectura, hablando de los tiempos mesiánicos dice: “aquel día renovaré la casa de David convertida en ruinas, taparé sus brechas, levantaré sus muros y la reconstruiré como era en otros tiempos.” ¿Que tanto permites al Espíritu Santo que te renueve? “Nadie remienda un vestido viejo con un parche de tela nueva, porque el remiendo nuevo encoge, rompe la tela vieja y así se hace luego más grande la rotura”.

Pidámosle al Señor mayor docilidad a su Espíritu para dejarnos transformar por su acción, recordando que seguir al Señor implicará algunas renuncias pero son infinitamente más los beneficios. Por eso, antes de escuchar a los demás y a tus complejos, recuerda las palabras del salmo: “Escucharé las palabras del Señor, palabras de paz para su pueblo santo y para los que se convierten de corazón”, y abandónate en su amor.

(P. JLSS)

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