MIÉRCOLES – SEMANA XIII DEL TIEMPO ORDINARIO

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(Gn 21, 5. 8-20 / Sal 33 / Mt 8, 28-34)

Cuando uno no comprende la voluntad de Dios puede reaccionar de maneras muy diversas, pero podemos dividirlas en dos tipos: quienes aguardan paciente y serenamente, y quienes se molestan ante la incomprensión y recurren a refugios baratos para ignorar sus miedos ¿De cuál de estos dos tipos te pudieras considerar?

En la primera lectura encontramos una situación social injusta y un tanto incomprensible, por celos de Sara, Abraham corre a Agar e Ismael a su suerte… quizá en esos tiempos eso era socialmente justificable, sin embargo, Dios no desampara ni al niño ni a su madre y reafirma la promesa: “Levántate, toma al niño y llévalo de la mano, porque voy a convertirlo en un gran pueblo…”

En el Evangelio, Jesús libera a dos hombres endemoniados, manda a los demonios a una piara de cerdos, la gente no es capaz de mirar la acción de Dios, sólo mira la perdida material, y por la incomprensión, “salió toda la gente de la ciudad al encuentro de Jesús, y al verlo, le suplicaron que se fuera de su territorio”.

Ante la incomprensión ¿te aferras a Dios o le rechazas? No sé cuál esté siendo tu situación actual, lo que si sé es que la voluntad de Dios es estable, su amor por nosotros eterno, abandonémonos en sus manos y no en cualquier parte. En Él pongamos nuestra esperanza. “Que amen al Señor todos sus fieles, pues nada faltará a los que lo aman; el rico empobrece y pasa hambre; a quien busca al Señor, nada le falta”.

(P. JLSS)

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