MIÉRCOLES – SEMANA V DE PASCUA

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(Hch 16, 1-6 / Sal 121 / Jn 15, 1-8)

¿Reconoces el valor del Magisterio siempre o sólo cuando te conviene? Existe en el ser humano un cierto miedo al cambio, ya sea por comodidad o por incertidumbre, incluso cuando uno se encuentra con algo más valioso, en los momentos de dificultad casi instintivamente se quiere volver a lo anterior. Hoy escuchamos que en el tiempo apostólico también sucedía esto.

Los cristianos judaizantes que enseñaban a los Cristianos, entre otras cosas, «que si no se circuncidaban conforme a la ley de Moisés, no podrían salvarse», como si para aceptar y creer en Cristo se necesitara una práctica pasada… lo que se necesita principalmente es seguir simplemente abandonarse y depositar todas nuestras preocupaciones en Él. “Yo soy la vid, ustedes los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él ése da fruto abundante, porque sin mí nada pueden hacer.”

Los apóstoles, como toda persona que es dócil al Espíritu Santo, estaban dispuestas a aceptar la voluntad de Dios aún cuando ésta fuera contra su lógica y estructuras mentales. Pablo y Bernabé en lugar de aferrarse recurrieron a los apóstoles hasta Jerusalén para evitar conflictos totalmente secundarios.

Hoy pidámosle al Señor que libres de todo protagonismo, buscando dar testimonio de nuestra fe y siendo dóciles al Espíritu Santo podamos recurrir siempre al Magisterio antes de tomar iniciativas acaloradas que no llevarán más que a la división. Quien cree en Dios sabe que en ocasiones se avanza más cediendo que aferrándose a lo que no está en nuestras manos cambiar.

(P. JLSS)

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