MARTES – SEMANA XXIV DEL TIEMPO ORDINARIO

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(1Cor 12, 12-14. 27-31 / Sal 99 / Lc 7, 11-17)

Esta semana, de una u otra manera, las lecturas nos invitarán a reconocer la constante búsqueda y deseo que Dios tiene de encontrarse con nosotros. Quienes creemos en Jesucristo reconocemos en Él la magnitud del amor que Dios nos tiene, que nos ha dejado patente través de su obra salvadora.

Desde nuestro bautismo hemos sido injertados en Él (cf. Rm 6, 5-11), razón por la cual la exclamación “Un gran profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo”, nos queda corta, porque Cristo no es un profeta solamente y lo sabemos, entonces formar parte de él nos debería generar la suficiente serenidad para afrontar la vida con tranquilidad.

Siempre que escucho este pasaje de la carta a los corintios me alegro del recordatorio que hace: lo importante no es el puesto, es reconocer que pertenecemos a Cristo; es alegrarnos, por ser de Él. Hay que pedirle a Dios que nos conceda la confianza y tranquilidad que pertenecerle debe darnos.

Padre, sabemos que estás dispuestos a amarnos, pero al igual que el muchacho del Evangelio hay muchas cosas en nuestras vidas que nos hacen sentir tristes, nos dejamos conducir a ti confiados y queremos que tú toques todas aquello que nos limita para sentir de nuevo vida en abundancia. Queremos escuchar tu voz que nos dice: «yo te lo mando: Levántate».

(P. JLSS)

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