(1 Sam 4, 1-11 / Sal 43 / Mc 1, 40-45)

En ocasiones, por no decir siempre, se avanzará más cediendo que aferrándose a lo que no está a nuestras manos cambiar. Cuando uno acepta una realidad que le rebasa actuará con mayor claridad sin ilusiones fantasiosas ni aferramientos infantiles, como creo que le pasó a Israel, que quiso utilizar a Dios bajo un pensamiento infantil casi mágico y dejando de lado la lógica.

El pueblo de Israel habiendo sido derrotado una vez por los filisteos, en lugar de aceptar su inferioridad en cuestión militar y ceder un poco, se aferran y traen el Arca de la Alianza, pero simplemente para ganar una batalla, no para encontrarse con Dios y pedir su consejo. Y ya vimos la consecuencia de este arrebato, el desastre fue peor.

Debemos cuidarnos de tener una fe infantil, debemos permitir que al amor y a la gracia de nuestro Padre Dios robustezca nuestra fe y la fortalezca, mediante la esperanza que nos da su llamamiento (cf. Ef 1, 18). Cristo es nuestra esperanza y quien tiene su fe puesta en Él sabe que Dios no defrauda (Rm 5, 5)

Padre bueno te pedimos que nos des la serenidad necesaria para no andar por la vida reaccionando ante lo incomprensible sino, que logremos tener presente tu amor y misericordia y que no exista nada que nos distraiga de tu amor. Que nunca nos aferremos a nada fuera de tu voluntad.

(P. JLSS)