(Gn 9, 8-15 / Sal 24 / 1Pe 3, 18-22 / Mc 1, 12-15)

El pasado miércoles iniciamos el Tiempo de Cuaresma, un periodo en el que se nos invitará a prepararnos para celebrar con mayor intensidad el misterio de nuestra redención por medio de la liturgia, prácticas religiosas y de piedad. El fin de todas nuestras prácticas cuaresmales debe ser tener un encuentro más profundo con Dios.

Por ello sería bueno que hoy le digamos al Señor: “Descúbrenos, Señor, tus caminos, guíanos con la verdad de tu doctrina. Tú eres nuestro Dios y salvador y tenemos en ti nuestra esperanza.” Y nos comprometamos a hacer de nuestras prácticas cuaresmales un verdadero sacrificio (Sacrum facere), por medio del cual nos purifiquemos y logremos soltar aquello que nos limita.

La Cuaresma es el tiempo en el que nos preparamos para experimentar la gracia de Jesucristo y la fuerza de nuestro bautismo que consiste “en el compromiso de vivir con una buena conciencia ante Dios, por la resurrección de Cristo Jesús, Señor nuestro…” contemplar al crucificado debe convertirse para nosotros en un impulso para ser mejores.

Padre bueno, en Jesucristo nos has manifestado la grandeza del amor que nos tienes y no solo eso, mediante el Espíritu Santo has querido sellarnos con el fuego de tu amor de una manera total; por ello, te pedimos, que esta cuaresma no sea «sólo una más», que no se quede en puras prácticas externas, queremos que transformes nuestro corazón y lo purifiques de todo aquello que lo mantiene esclavizado. “Se ha cumplido el tiempo y el Reino de Dios ya está cerca. Conviértanse y crean en el Evangelio.”

(P. JLSS)