MIÉRCOLES – SEMANA III DE PASCUA

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(Hch 8, 1-8 / Sal 65 / Jn 6, 35-40)

En este fragmento del discurso del Pan de vida que hemos escuchado en el Evangelio, encontramos una frase muy similar a la de una profecía del profeta Isaías: «No tendrán hambre ni sed, ni les dará el bochorno ni el sol, pues el que tiene piedad de ellos los conducirá, y a manantiales de agua los guiará» (Is 49, 10); Quien es consciente de contar con Jesús, sabe que independientemente de cómo esté siendo el camino, la meta vale el esfuerzo.

El mismo día en que mataron a Esteban se desató una violenta persecución contra la iglesia de Jerusalén, sin embargo se nos cuenta que de eso se valió Dios para que los apóstoles dieran testimonio y para que se expandiera el Evangelio, se nos dice “Los que se habían dispersado, al pasar de un lugar a otro, iban difundiendo el Evangelio. Felipe bajó a la ciudad de Samaria y predicaba ahí a Cristo”.

Si Cristo no se convierte para nosotros en el centro de nuestra vida, de nuestra oración, de nuestros pensamientos, comenzaremos a exigir garantías para creer, signos, teorías, etc… nunca se estará satisfechos; quien se preocupa por gozar del amor de Dios y de su misericordia sentirá una plenitud que nada le podrá apartar, no volverá a tener hambre.

Padre Bueno, te pedimos que por la fuerza de tu espíritu nos des la capacidad de reconocer que es prioritario disfrutar de tu amor y de tu gracia antes que atiborrarnos de devociones o cosas que más que acercarnos a ti parecieran esclavizarnos. Que nuestras devociones partan de nuestro deseo de vivir más tu amor y no sean vistas como “obligaciones” para alcanzarlo. “Y la voluntad del que me envió es que yo no pierda nada de lo que él me ha dado, sino que lo resucite en el último día.”

(P. JLSS)

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