MARTES – SEMANA XXIII DEL TIEMPO ORDINARIO

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(1Cor 6, 1-11 / Sal 149 / Lc 6, 12-19)

En esta semana en la que estaremos reflexionando acerca de la necesidad que tenemos de ejercitar nuestra paciencia y confianza en Dios cuando se presenta la desolación. Ayer la invitación fue clara a dejar lo que sabemos que debemos dejar para avanzar en nuestra vida de fe y hoy se nos invita a no actuar impulsivamente.

Hemos escuchado en la primera lectura como San Pablo, en su afán por corregir la conducta de los corintios, ahora les llama a arreglar sus asuntos dentro de la comunidad; tengamos clara una cosa Pablo no busca con esto ocultar las limitaciones y faltas de la comunidad (como ciertos grupos hacen en nuestros días), él está buscando que se comporten como hermanos. No sólo buscando callar un problema sino queriendo erradicarlo.

Y es que el el Cristiano no debe estar contento o sentirse satisfecho por ocultar una mala conducta, debe procurar ser responsable y actuar con coherencia, quien así lo hace vive sereno, no es impulsivo. Porque tiene claro que ha sido escogido por Cristo para dar fruto y que éste permanezca, no para estar revisando cómo lo hace el hermano.

Escuchamos en el Evangelio que nuestro Señor pasó la noche en oración antes de elegir entre sus discípulos, a los doce apóstoles (sheliah), así también nosotros cuando queramos tomar cualquier decisión fuerte o sería para nuestras vidas o comunidad, debemos estar serenos, jamás impulsivamente. Pidamos al Espíritu Santo que nos dé la gracia para vivir como personas que se saben amada y enviadas a dar fruto. Se trata de afrontar la vida como quien sabe que cuenta con Dios, con su amor y gracia.

(P. JLSS)

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