MARTES – SEMANA XVIII DEL TIEMPO ORDINARIO

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(Nm 12, 1-13 / Sal 50 / Mt 14, 22-36)

Para acercarnos a Dios sin limitaciones debemos tener presente siempre su amor y su misericordia. No debemos permitir que nada ni nadie nos haga dudar de ello, debemos de tener toda nuestra atención puesta en su amor, para impulsarnos y en su
Misericordia para levantarnos cuando caigamos.

¿Tienes claridad en qué es aquello que hoy más está limitando tu relación personal con Dios? En la primera lectura escuchamos cómo Aarón y María estaban más preocupados por la vida de Moisés que por relacionarse con Dios ellos. No nos entretengamos con la vida de los demás sino con Dios que nos quiere cerca y quiere que todos nosotros nos salvemos (cf. 1Tim 2, 4).

Así como no debemos entretenernos en la vida de los demás, tampoco lo debemos hacer tanto con nuestros temores, pecados y prejuicios; ojo, no estoy diciendo que seamos indiferentes con el pecado, sino que debemos dar cada vez mayor valor al amor de Dios y vivir conforme al mismo. En lugar de pensar en qué es bueno o malo, pensar en qué es aquello con lo que le daría mayor gloria a Dios.

Pidamos al Espíritu Santo que nos haga experimentar la libertad que Cristo nos ha dado, que oigamos su voz y respondamos sin demora como lo hizo Pedro, que hasta camino sobre el agua. Y que sea el amor de Dios el que nos haga avanzar y la fuerza del Espíritu la que no permita que nos hundamos; y si llegásemos a caer, tener la humildad de gritarle: ¡Sálvame Señor!

(P. JLSS)

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