(Sab 7, 22-8, 1 / Sal 118 / Lc 17, 20-25)

¿Qué tanto buscamos la sabiduría? Ojo, estoy hablando de sabiduría, definida en el diccionario como «grado más alto del conocimiento», también, como «conducta prudente en la vida o en los negocios» y, por último, como «conocimiento profundo ciencias, letras o artes», no me estoy refiriendo a tener mucha memoria o simpatía.

“La sabiduría es un resplandor del poder de Dios, una emanación purísima de la gloria del omnipotente, por eso nada sucio la puede contaminar.” Por ello la persona sabia, no se preocupará jamás por demostrarse jactancioso ni por apantallar a nadie, solamente lo será. Quien busca demostrar su “sabiduría” busca su gloria, no la de Dios.

Quienes estamos bautizados hemos recibido el Espíritu Santo en nuestros corazones, si queremos manifestar frutos en nosotros debemos obedecer a Jesús “Yo soy la vid y ustedes los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante”. Tras conocer a Jesús y dejarnos invadir por su amor descubriremos que el camino más corto para alcanzar la sabiduría será procurando en todo la mayor gloria de Dios.

Padre, reaviva en nosotros el deseo de alabarte cada día más y dejarnos mover por tu amor, para esforzarnos únicamente por permanecer a tu lado, eso nos hará realmente sabios. “La sabiduría es un espíritu inteligente, santo, único y múltiple, sutil, ágil y penetrante, inmaculado, lúcido e invulnerable, amante del bien, agudo y libre, bienhechor, amigo del hombre y amable, firme, seguro y sereno, que todo lo puede y todo lo ve, que penetra en todos los espíritus: los inteligentes, los puros y los más sutiles.“

(P. JLSS)